Síndrome Doña Florinda: ¿Te Crees Mejor Que la Chusma?
¿Sufres el síndrome de Doña Florinda? Descubre si desprecias tus raíces sin saberlo, y cómo cambiar desde la empatía y la verdad ✨


✨“Quien se avergüenza de su historia, termina mendigando aplausos en mesas donde nunca será bienvenido.”✨
🌪️ Una vecindad, una taza de porcelana… y una gran herida social
Todos conocemos a Doña Florinda: cabello con ruleros, delantal planchado, mirada por encima del hombro. Vivía en una vecindad humilde, pero actuaba como si fuera la reina madre. Maltrataba a Don Ramón, llamaba “chusma” a medio mundo, y parecía horrorizada de tener que compartir el aire con gente que... era igual a ella.
Pero detrás de ese personaje caricaturesco, hay algo real... Muy real. Una actitud, un mecanismo de defensa, una forma de clasismo interno que muchas veces pasa desapercibido: el síndrome de Doña Florinda.
Sí, existe; no de manera manual psicológico, pero si de estilo de vida. Y no, no es solo una metáfora graciosa, es un síntoma social, emocional y cultural que afecta a miles de personas que, sin saberlo, se sienten superiores a sus propios pares. Y lo peor: creen que eso es “superación”, cuando en realidad es auto-desprecio con moño.
🧠 ¿Qué es exactamente el Síndrome de Doña Florinda?
Es un fenómeno psicológico, y social, donde una persona, generalmente de clase media o trabajadora, adopta una actitud de superioridad y desprecio, hacia quienes comparten su misma condición socioeconómica.
¿Ejemplos típicos?
El que reniega del barrio donde nació.
La que siente vergüenza de los modismos de su familia.
Quien trata con amabilidad servil a los “de arriba”, pero con frialdad o desprecio a los “de abajo”.
El que “cambia la voz” cuando está con gente de guita (dinero).
La que dice “esa gente” cuando habla… de su propia gente.
Este síndrome no tiene que ver con mejorar, avanzar o crecer; eso si es hermoso, digno y admirable. Tiene que ver con negar lo que sos para intentar ser lo que crees que vale más.
🧨 ¿De dónde viene esta necesidad de creerse “más que”?
Viene del dolor, del trauma social, del mandato cultural que nos metieron en la cabeza desde chicos:
“Ser pobre es ser menos.”
Y claro, nadie quiere ser menos, nadie quiere ser rechazado; entonces, muchas personas terminan actuando desde la vergüenza, intentando desesperadamente demostrar que no son como los demás.
Pero el precio es altísimo:
Se desconectan de sus raíces.
Se aíslan emocionalmente.
Sostienen un personaje agotador.
Desprecian lo que son, buscando encajar donde nunca se sentirán del todo aceptados.
💔 El clasismo interior: el enemigo silencioso
El síndrome de Doña Florinda es una forma de clasismo interiorizado, es una discriminación que no viene de otros, viene de uno mismo.
Es cuando absorbiste tanto el desprecio social hacia la pobreza, que empiezas a replicarlo, contra otros, y contra vos. Aunque hayas comido milanesas con arroz toda tu infancia, aunque sepas lo que es vivir ajustado, compartir habitación, o estirar la yerba (café, juego de naranja, un sándwich).
El problema no es querer vivir mejor, el problema es creer que vivir mejor te hace mejor; y que lo anterior, lo humilde, lo popular, lo sencillo… es “chusma”.
🪞¿Te resuena? Señales de alerta
Respira hondo y responde con sinceridad:
¿Te da vergüenza contar de dónde venís?
¿Te esfuerzas por parecer alguien más “refinado” en ciertos ambientes?
¿Te molesta o incomoda la gente que no tuvo tu “nivel de educación”?
¿Eres más amable con quien tiene dinero o estatus?
¿Te da pudor mostrar ciertos aspectos de tu historia?
Si dijiste que sí a varias, no te castigues, no sos una mala persona; solo estás repitiendo un patrón social que todos, en algún momento, aprendimos a normalizar.
🎯 ¿Y entonces, cómo se rompe este patrón?
Primero, mirándolo de frente, entendiendo que no es personal, es estructural; pero sí, es tu responsabilidad sanarlo.
1. Reconoce tu herida social
¿Dónde te enseñaron que tu origen era algo malo?,
¿Quién te hizo sentir que lo humilde era vergonzoso?,
Eso no es verdad, eso fue violencia simbólica, y hay que desprogramarla.
2. Abraza tu historia, sin decorarla
No hace falta pintarte como mártir, ni esconder la tierra debajo de la alfombra, tu historia, completa, es tu fuerza, no tu carga.
3. Deja de imitar, empieza a pertenecer
No hace falta “cambiar de tono” para ser aceptado, No necesitas dejar de ser quien eres para crecer.
Crecer no es dejar atrás tu origen, es llevarlo contigo, con orgullo.
4. Haz terapia
Sí, terapia; porque muchas veces, ese desprecio al otro esconde una herida de no sentirte suficiente, y eso no se resuelve con copas de vino en Puerto Madero, con zapatos caros de Jimmy Choo, shawarmas en Dubái, o chapotear en Bali; se resuelve con trabajo interno, con autocompasión, y con verdad.
🚫 ¿Y si tengo cerca a una Doña Florinda?
Porque sí, están por todos lados, en tu grupo de amigas, en la oficina, en el chat familiar; ¿Qué hacer?
No entres en su juego. No necesitas validación de alguien que se aleja de su propia esencia.
Pon límites. Que no te contagie ese desprecio disfrazado de elegancia.
Conserva tu identidad. No te avergüences de lo que eres por agradar.
Recuerda que la empatía siempre es más poderosa que la apariencia.
✨ Sin caretas
El problema no es querer más, es creer que lo que eres no alcanza; y eso no es superación, es autoabandono con perfume Passant Guardant ... caro.
Que no te confundan, lo verdaderamente elegante no está en la ropa, ni en los cubiertos de plata, ni en los títulos; está en cómo tratas al otro; en si puedes mirar al que limpia tu oficina con el mismo respeto con el que miras al CEO.
Sanar el Síndrome de Doña Florinda es reconciliarte con tu historia, es soltar la máscara, y es, sobre todo, dejar de llamar “chusma” a tu propio reflejo.
🧡 ¿Te resonó algo de todo esto?
Quizás es momento de empezar terapia, de revisar esas creencias que te habitan sin que las hayas elegido; de dejar de actuar un papel… y volver a ti.
En HolaTerapia.com hay un espacio listo para ti: sin juicio, sin apariencias, sin etiquetas; solo verdad, solo humanidad, solo lo que necesitas para sanar.
Hazlo por vos, por tu historia, por tu identidad; porque no viniste a parecerte a otros, viniste a recordar quién sos.
Romina Di Stéfano
Counselor y Creadora de HolaTerapia
