Renuncia al Club de las Víctimas: Despierta
¿Vivís quejándote o ya te anotaste al club del victimismo? Si quieres salir del modo “todo me pasa”, este artículo te va a despertar.


Hay personas que parecen tener un máster en el arte de la queja. Las escuchas, y piensas: “¿Cómo hace para tener siempre una tragedia nueva que contar?”. No importa el tema, siempre hay un culpable externo que arruinó su semana, su cuerpo, su carrera, o su autoestima.
Y lo peor es que muchas veces, no lo hacen desde la maldad ni desde la manipulación; lo hacen porque aprendieron —sin querer— a sobrevivir señalando afuera. Y cuando señalas afuera todos los días, terminas olvidando, que tu también tienes un dedo para apuntarte a vos mismo.
Este artículo no es para burlarnos de eso, este artículo es para mirarlo de frente; porque en algún momento, esa persona podrías estar siendo vos.
El victimismo no se elige, pero quedarse ahí, sí.
Todos, en algún momento, fuimos víctimas de algo real: una traición, una injusticia, una decepción, un golpe bajo. Nadie escapa a esa experiencia, es humana, es parte del recorrido. Pero hay una línea muy fina entre atravesar el dolor… y volverlo domicilio.
Una cosa es caer, otra cosa es construir tu casa ahí abajo, y prender el fuego con excusas. Porque lo cierto es que el rol de víctima es cómodo, te exime de responsabilidad; te permite decir: “no es mi culpa, es lo que me pasó”... Y es cierto: no elegiste lo que te pasó; pero sí elegís qué haces con eso.
Las excusas más populares del club (y por qué ya no funcionan)
Los miembros honorarios del club de la queja, no se presentan con una tarjeta; se presentan con frases que suenan razonables, pero que si las miras con lupa, se caen a pedazos:
“No tengo tiempo”
¿Seguro?, ¿O será que tienes miedo de empezar?. Porque el mismo tiempo que usas para scrollear redes, mirar series, revisar por décima vez los mensajes de tu ex, podrías usarlo para algo que te mueva, aunque sea un poquito.
“Yo me esfuerzo, pero no pasa nada”
¿De qué esfuerzo hablamos? ¿Del esfuerzo emocional de frustrarte? ¿O de un esfuerzo sostenido y real?
A veces confundimos hacer algo con hacer lo necesario; y ahí está la trampa: queremos resultados de maratón, corriendo solo 100 metros.
“Todos mis vínculos son una decepción”
¿Todos? ¿Siempre? ¿O será que seguís eligiendo desde la herida, desde el miedo, desde la costumbre?
Y si el patrón se repite… tal vez el problema no es solo el otro.
La culpa anestesia, la queja paraliza, y el tiempo no espera.
Cuanto más tiempo pasas, convencido, de que tu vida depende de las decisiones ajenas, más vas apagándote sin darte cuenta. Vas soltando tu poder, tu capacidad de accionar, tu derecho a cambiar de dirección. Y no lo notas, porque estás ocupado justificando por qué no puedes hacer nada.
El problema no es equivocarte; el problema es anestesiarte; porque cuando te acostumbras a no hacer nada, empiezas a llamar “vida” a algo que en realidad es solo aguantar.
No se trata de motivarte, se trata de despertarte.
Hay una industria entera que vende frases motivacionales como si fueran Red Bull emocional:
"Vos podes."
"Creé en vos."
"Todo llega."
Pero no todo llega... Y no siempre puedes (al menos, no hoy); y a veces no crees en vos, porque tienes miedo; y es válido.
Esto no es un discurso motivacional, es un espejo. No te decimos “sonreí más”, te decimos: mira lo que estás haciendo con tu vida; y elegí si querés seguir así.
Porque cambiar no es un salto heroico, cambiar empieza con un micro-movimiento incómodo que te saque del lugar conocido.
¿Quieres resultados nuevos? No sigas con hábitos viejos.
Y no hablamos solo de hábitos físicos; hablamos de hábitos mentales, emocionales y vinculares:
El hábito de evitar.
El hábito de postergar.
El hábito de no decir lo que piensas.
El hábito de quedarte donde ya no querés estar.
El hábito de culpar, en vez de asumir.
Cambiar estos hábitos no se siente lindo al principio, de hecho, se siente como si algo en vos se estuviera rompiendo; y sí: algo se rompe. Se rompe el personaje que construiste para sobrevivir. Pero después de esa incomodidad, aparece algo distinto: una vida que se empieza a parecer a vos.
No tienes que hacerlo todo, pero tienes que empezar con algo.
No esperes sentirte seguro para actuar, la seguridad no es una condición previa, es una consecuencia.
Llega después, cuando miras para atrás, y te das cuenta de que sobreviviste al miedo.
Y eso que tanto evitas —esa conversación, esa decisión, esa renuncia, ese primer paso— no te va a dejar de dar miedo; pero cuanto más lo postergas, más poder le das.
Entonces, aunque sea con la mano temblando:
Manda ese mensaje.
Corta con esa relación que te apaga.
Di esa verdad que venís guardando.
Empieza esa idea que vive en tu cabeza.
Pedí ayuda, sin vergüenza.
No necesitas un plan perfecto, solo necesitas un poquito más de amor propio que de miedo.
El día que te hartas de tus excusas, empieza tu verdadera vida
No te vas a levantar una mañana y decir: “¡Estoy listo para cambiarlo todo!”, pero sí puede pasar esto: un día te hartas. Te hartas de tus propias excusas, de tus propios discursos, de las mismas frases repetidas.
Y ahí, en ese hartazgo, aparece la posibilidad.
El primer día no vas a sentir libertad, vas a sentir vértigo; pero al menos ya no vas a estar anestesiado.
En HolaTerapia, no te vendemos soluciones mágicas; te ofrecemos un espacio donde puedas dejar de contarte el mismo cuento, y empezar a escribir otro. Con herramientas reales, con acompañamiento profesional, con estrategias que te devuelvan el control que sentís que perdiste.
Si necesitas una mano para hacer ese click, estamos del otro lado.
🌱 No te prometemos una vida perfecta, pero sí, una vida más honesta, más activa, más parecida a vos.
Una sesión puede no cambiar tu vida, pero puede ser el punto donde empiezas a cambiarla vos.
Romina Di Stéfano
Counselor - Creadora de HolaTerapia
