Mendigar Amor, NO es Opción
Mendigar Amor, NO es Opción
¿El amor es un juego de poder o un acto de conexión?
Para empezar, hablemos claro. El amor no debería ser un campo de batalla, pero muchas veces se convierte en un lugar de lucha por atención, validación o incluso poder. ¿Te ha pasado que haces cosas que no quieres, dices cosas que no sientes o incluso dejas de ser tú mismo solo para evitar conflictos o mantener la paz?
Imagina esta situación: estás en una relación donde sientes que la otra persona se muestra indiferente. Tarda horas en responder tus mensajes, te deja en visto y, cuando finalmente decides hablar del tema, te responde: «Es que estoy ocupado/a. No todo gira en torno a ti.»
En ese momento, te invade una mezcla de tristeza y culpa. Piensas: «Tal vez estoy exagerando» o «No debería molestarme por algo tan pequeño.» Sin darte cuenta, empiezas a justificar un patrón de comportamiento que te duele, pero que aceptas por miedo a perder a esa persona.
Aquí comienza la trampa de mendigar amor: aceptar menos de lo que mereces por temor a quedarte solo. No estamos hablando de un mal día o un momento difícil, sino de un patrón constante que empieza a contaminarte.
¿Por qué terminamos mendigando amor?
Este problema suele tener raíces profundas. Muchas veces, lo que vivimos en nuestras relaciones de pareja refleja las creencias que adoptamos desde pequeños. Si aprendiste que el amor se gana, o que solo mereces ser querido si cumples ciertos estándares, es probable que busques parejas que refuercen esos patrones.
Pensemos en otro ejemplo: eres siempre tú quien organiza las salidas, quien manda el primer mensaje o quien da el primer paso para reconciliarse después de una discusión. Con el tiempo, te das cuenta de que si no lo haces, las cosas simplemente no suceden. Aunque esto te incomoda, sigues actuando igual porque, en el fondo, temes que si no insistes, la relación termine.
Señales de que estás mendigando amor
Es fundamental identificar las señales que indican que estás aceptando menos de lo que mereces en una relación. Algunas de las más comunes son:
- Eres siempre quien cede: En discusiones, planes o decisiones importantes, tus necesidades siempre quedan en segundo plano.
- Aceptas comportamientos tóxicos: Soportas indiferencia, maltrato emocional o manipulación, porque temes estar solo.
- Miedo a poner límites: Crees que, si te muestras firme, la otra persona se molestará y terminará la relación.
- Ansiedad constante: Estás todo el tiempo buscando señales de afecto o validación, como si el amor fuera una recompensa que debes ganarte.
Transformemos el dolor en aprendizaje
Reconocer que estás en un ciclo de mendigar amor puede ser doloroso, pero también es el primer paso para cambiar. Aquí es donde comienza el trabajo interno, porque el verdadero cambio no viene de la otra persona, sino de ti.
Ejercicio 1: Define tus límites
Tómate un momento para escribir una lista de comportamientos que NO estás dispuesto a aceptar en una relación. Algunos ejemplos pueden ser:
- Que ignoren tus emociones o las minimicen.
- Que constantemente te hagan sentir que tienes que “ganarte” su atención o cariño.
- Que sientas que eres una opción secundaria, un plan de emergencia.
Tener claros tus límites es un acto poderoso de amor propio. No se trata de imponer barreras, sino de establecer lo que mereces y lo que estás dispuesto a tolerar.
Ejercicio 2: Reencuadra tus pensamientos
Es común pensar: «Si pongo límites, se va a ir.» Pero es más útil reencuadrarlo así: «Al establecer límites, estoy abriendo espacio para una relación que respete mis valores.»
Por ejemplo, si decides hablar con tu pareja sobre algo que te molesta, podrías decir: «Cuando ignoras lo que es importante para mí, siento que no soy una prioridad. Necesito que trabajemos en esto.» Si la otra persona evade, minimiza o te culpa, es una señal clara de que esa relación no está dispuesta a nutrirte. Ahí es donde debes decidir si quieres continuar invirtiendo energía en algo que no te hace crecer.
Construyendo puentes, no muros
Cuando enfrentamos dificultades en una relación, es fácil caer en el juego de buscar culpables. Sin embargo, una verdad liberadora es que no se trata de culpar, sino de comprender. Cada persona llega a una relación con su historia, sus heridas y su manera de amar.
En lugar de quedarte atrapado en reproches, pregúntate:
- ¿Qué necesito realmente en esta relación?
- ¿Qué puede estar necesitando la otra persona que no estoy viendo?
- ¿Podemos construir un puente entre nuestras necesidades sin que ninguno pierda su esencia?
Por ejemplo, si tu pareja siempre llega tarde y eso te molesta, podrías decir: «Cuando llegas tarde, siento que no soy una prioridad. ¿Podemos encontrar una solución para esto?» Esto abre un espacio para el diálogo sin culpas ni ataques.
El amor como plataforma de despegue
El amor sano no es sacrificio ni sumisión. Es un espacio de conexión donde ambos pueden crecer, respetarse y apoyarse mutuamente. Si sientes que una relación te está haciendo menos, recuerda que no estás obligado a quedarte ahí. A veces, el acto más valiente de amor propio es elegirte a ti mismo y dejar que la otra persona también lo haga.
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