Cuando Nada tiene Sentido: Reescribir tu Historia

Sentirse en pausa no es un error: es una señal. Descubrí por qué el vacío emocional puede ser el inicio de tu nuevo propósito.

Cuando Nada tiene Sentido: Reescribir tu Historia
Cuando Nada tiene Sentido: Reescribir tu Historia
Cuando la vida se siente en pausa: no es el final, es el comienzo

¿Sentís que todos los días son una copia desteñida del anterior?, ¿Cómo si te despertaras en un loop existencial que ni siquiera tiene buena banda sonora?, Bueno, tengo una noticia buena y una no tan buena.

La no tan buena primero: esto no se soluciona con una frase de Instagram tipo “todo pasa por algo”, escrita en cursiva sobre un fondo de atardecer. No basta con pensar en positivo ni con agradecer cada mañana mientras tu alma bosteza. Si fuera tan fácil, ya estarías bailando de alegría en una playa, tomando agua de coco y sin necesidad de leer esto.

La buena noticia es que lo que estás sintiendo no es un error. Es una señal. Una puerta. Un sacudón incómodo, sí, pero que viene con una propuesta: recalculando. ¿Querés seguir por este camino o es momento de cambiar el rumbo?

No estás roto. Estás creciendo.

Cuando sentimos que nada tiene sentido, no estamos fallando. No es que estés roto. Es que tu vieja versión ya no encaja con la vida que estás intentando sostener, como un rompecabezas mal armado, como una playlist que antes te encantaba, pero ahora te aburre.

Y lo notás en los pequeños detalles: cuando te despertás sin ganas, cuando desayunás en automático, cuando ves una serie que ni recordás, cuando termina el día y te preguntás: “¿Para qué todo esto?”.

Lo más confuso es que, desde afuera, todo parece “bien”: tenés lo básico cubierto. Tal vez un trabajo estable, amigos, salud. Pero por dentro... algo no encaja. Te sentís vacío, sin dirección. Como si tu brújula interna se hubiese quedado sin imán.

No es una crisis, es un llamado

Esto no es una tragedia ni una crisis existencial dramática. Es tu mente, tu cuerpo, tu alma (ponéle el nombre que quieras) diciendo: “Che, ya no quiero vivir en automático. Dame algo real. Algo nuevo. Algo que tenga sentido.”

Lo que pasa es simple: tu vida ya no te estimula como antes. Y aunque eso puede sentirse raro, incómodo o angustiante, no es un error. Es parte del camino.

Es como cuando vas muchas veces a tu restaurante favorito. Al principio, todo es emoción: el menú te sorprende, el sabor te fascina, la experiencia te llena. Pero si vas todos los días durante meses… por más bueno que sea, va perdiendo efecto. No porque el restaurante haya cambiado. Cambiaste vos.

Cuando lo que antes brillaba, ya no brilla

Con la vida pasa lo mismo. Llega un punto en que lo conocido deja de sorprenderte. Las cosas que antes te emocionaban se vuelven normales, previsibles. No porque estén mal, sino porque ya no representan un desafío, una novedad, una conexión emocional real.

Nuestro sistema interno está diseñado para el movimiento. Para buscar estímulos que despierten curiosidad, deseo, pasión, creatividad, propósito. Pero si todo lo que hacés está dentro de una misma caja —aunque cómoda, aunque funcional—, llega un momento donde esa caja te queda chica. Y ahí empieza el apagón emocional.

¿Viste cuando una serie que amabas entra en la cuarta temporada y todo se siente igual? No es que la serie se haya vuelto mala. Es que vos evolucionaste como espectador. Necesitás algo más. Eso te está pasando.

No sos vos, es tu evolución

Tu mente, tus emociones y tu percepción del mundo cambian con el tiempo. Lo que antes era meta, ahora puede ser rutina. Y no hay nada roto en eso. Al contrario: es una señal de crecimiento.

El problema es que solemos interpretar esa sensación como algo negativo. “Estoy mal y no sé por qué.” “No debería sentirme así si tengo todo lo que necesito.” “¿Por qué me siento vacío si en teoría mi vida está bien?”.

La respuesta es simple, pero profunda: tu sistema emocional te está avisando que lo que antes te motivaba, hoy ya no alcanza. No porque fallaste. Porque estás listo para más.

El sentido de la vida no se encuentra, se crea

Esto no es un bajón. Es una etapa. Y como toda etapa de evolución, incomoda. Porque te saca del piloto automático. Es ese momento donde dejás de actuar como si estuvieras en un teatro y empezás a preguntarte si ese personaje que interpretás hace años todavía tiene algo que ver con quien sos ahora.

Y claro, ahí aparece la incomodidad. Porque una parte de vos sabe que algo tiene que cambiar… pero otra parte no tiene ni idea de qué, ni cómo, ni por dónde empezar. Y está bien.

Estás exactamente donde necesitás estar para comenzar algo distinto.

Mateo y el “clic”

Mateo tiene 33 años. Buen trabajo, vida estable, pareja, vacaciones dos veces al año. Pero se sentía… vacío. Intentó lo típico: cambiar el auto, ponerse botox (sí, en serio), viajar. Nada funcionó. Hasta que, en una charla con un amigo, se dio cuenta: toda su vida la había armado en base a lo que debía ser, no a lo que realmente lo emocionaba. De chico dibujaba. Amaba la música. Pero lo dejó porque “no era productivo”.

Un día, compró un cuaderno y volvió a dibujar. Se anotó en una clase de guitarra. Y algo se encendió. No porque ahora sea un artista famoso. Sino porque volvió a emocionarse con algo. Y cuando vuelve la emoción, empieza a aparecer el sentido.

El apagón emocional no es depresión, pero sí desconexión

Nuestra mente no busca solo sobrevivir, busca sentido; y cuando no le das uno, se apaga de a poco. No necesariamente en forma de depresión, pero sí como una desconexión que duele. Como si vivieras en modo “economía emocional”.

El problema es que nos vendieron que el propósito de vida es algo gigante, fijo, que llega una vez y dura para siempre. Como si un día encontráramos un cartel que diga: “Este es tu camino. Seguí por acá”.

Pero no, el sentido no se encuentra: se construye, se prueba, se reinventa, se derrumba, se arma de nuevo.

Preguntas que despiertan

Entonces, si hoy te sentís desconectado, no te preguntes “¿qué me pasa?” como si fueras el problema. Pregúntate:

  • ¿Qué cosas ya no me representan?

  • ¿Qué hago solo porque se espera de mí, pero ya no me enciende?

  • ¿Qué parte de mí estoy dejando en pausa?

Y después, probá algo nuevo. No tiene que ser monumental. No hace falta mudarse a Bali ni escalar el Aconcagua (a menos que sea tu sueño, y si lo es… hacelo). A veces basta con:

  • Cambiar tu rutina matutina.

  • Escuchar un podcast diferente.

  • Tomar una clase random.

  • Tener una conversación sincera.

Esas pequeñas decisiones son señales que le das a tu cerebro de que la historia no terminó. De que todavía hay algo por explorar.

Spoiler: esto le pasa a todos

Sí, a todos, a vos, a mí, al influencer con millones de seguidores, a la ejecutiva brillante, al artista exitoso. Todos, en algún momento, sienten que la chispa se apagó, que algo falta. Y no, no sos débil, no estás loco, no sos un fracaso. Estás en una transición, estás creciendo, y crecer, a veces, se siente como perderse; pero no lo es.

El verdadero comienzo

Si sentís que todo perdió sentido, es porque estás listo para construir uno nuevo, uno más alineado, más tuyo, más vivo. Y no tenés que hacerlo solo. En HolaTerapia, te acompaño a descifrar esa sensación de vacío, a entender qué está pasando y a crear una vida con sentido para vos, no para los demás.

No se trata de cambiar todo. Se trata de reconectar con lo que importa, de animarte a explorar, de volver a emocionarte con algo. Así que, si sentís que es hora de ese cambio, agendá tu sesión. Trabajaremos juntos para que tu vida vuelva a sentirse como una playlist que querés poner en repeat.

Esto no es el final, es el comienzo. Te espero.

Romina Di Stéfano
Creadora de HolaTerapia